domingo, 23 de diciembre de 2012

Abrimos las puertas dobles y ante nosotros se mostró una enorme estancia presidida por dos imponentes estatuas que representaban minotauros empuñando sendos látigos, colocadas en unas plataformas de piedra que se alzaban sobre dos grandes piscinas de lo que parecía ser sangre. La estampa me pareció espeluznante, sobre todo cuando vi que las espinas de la cola de los látigos estaban cubiertas de manchas rojizas, y que la parte superior de las estatuas parecía estar articulada. Estaba a punto de decirle a mis compañeros que convendría actuar con cautela cuando todo se precipitó de nuevo: Ian saltó hacia la primera plataforma para atacar a la estatua que en ella se alzaba mientras Kanon empezó a gritar advertencias sobre algo que se movía bajo el líquido rojo y que ninguno de nosotros había conseguido detectar.

Evistro
Evistro
Pese a los poderosos golpes de nuestro guerrero, la estatua apenas parecía sufrir daños, por lo que intenté junto a Kanon y Earsel ayudarlo desde la distancia. Andrew parecía confuso y se mantenía al margen, protegido más allá de las jambas de las puertas, mientras más y más lascas de piedra se iban desprendiendo de las estatuas. Entonces, y desoyendo sus propias advertencias, el semielfo se lanzó a la sangre y precipitó los acontecimientos: el torso de la estatua giró sobre sí mismo para darnos latigazos, lo que hizo que varios de nosotros cayeran a la piscina. En ese momento, Andrew pareció salir de su ensimismamiento y también se zambulló, gritando de dolor al contacto con el líquido. Mientras el explorador y el clérigo avanzaban como podían hacia la orilla, Earsel, Ian y yo tratábamos de derrotar al formidable enemigo inanimado, pero en ese momento nuestra avanzadilla fue atacada por una figura que emergió repentinamente del depósito de sangre. Se trataba de un evistro, un tipo de demonio especializado en luchar en manada y con gran resistencia frente a los ataques, por lo que les advertí desde la distancia que era muy improbable que se encontrara solo. Viendo que él parecía soportar mejor el daño que infringía el líquido que el humano, Kanon empezó a luchar con el demonio, ayudando así al clérigo a llegar a la pasarela central de la estancia. Ian decidió unirse a la lucha al ver que seguramente nuestro objetivo se hallaba en unos pequeños pedestales al fondo de la estancia en los que no habíamos reparado hasta el momento, por lo que lo más sabio era ir avanzando juntos hacia allá. Al encontrarse muy dañada, Earsel no tuvo problemas en acabar con la estatua, y en ese momento aproveché para lanzarme a la sangre y acabar con el molesto evistro.
Bloodbath
Baño de sangre

Una vez llegamos todos al centro se la sala supimos que no íbamos a tener ni un momento para recuperar el aliento cuando vimos que la segunda estatua había empezado también a atacarnos, lo que nos obligó a dividirnos a ambos lados de la sala. Al principio tratamos de atacarla manteniendo nuestras posiciones, pero pronto comprendimos que si queríamos recoger los objetos del fondo de la sala, tendríamos que exponernos de nuevo a ser brutalmente golpeados. Me zambullí en la segunda piscina roja para llegar a la plataforma situada más al norte, y justo en ese momento apareció un nuevo evistro tras de mí, impidiendo mi avance, por lo que Ian se lanzó en mi ayuda. Traté de subirme al pedestal, pero resbalé y empecé a hundirme en la espesa sangre, así que hice acopio de todas mis fuerzas para salir de allí y subir. Mientras tanto, Earsel había logrado llegar a la plataforma sur para recoger una empuñadura de daga. Un nuevo evistro apareció persiguiéndola, pero la agilidad de nuestra maga evitó que sufriera daño alguno, dejando atrás al demonio que iba tras ella.

En el momento en que recogí la hoja de la daga, noté una gran oleada de energía extendiéndose por toda la sala, una fuerza que tiraba de todos nosotros hacia la estatua que quedaba en pie y no dejaba de agitar su látigo. Ya teníamos todo lo que habíamos venido a buscar, así que había que salir de ahí lo más rápidamente posible, lo que no era fácil teniendo en cuenta que aún había dos demonios lanzándonos fuertes zarpazos e incluso mordiscos ante el más mínimo signo de debilidad. Pudimos acabar con uno de ellos sin demasiada dificultad en la piscina del fondo de la sala, pero el segundo fue capaz de perseguirnos hasta la más próxima a la puerta, hiriendo gravemente a Ian. En ese momento, Kanon y Andrew unieron fuerzas para tratar de acabar con el demonio que acosaba el guerrero, pero empezó a atacar fuertemente a los tres hasta el punto de dejar inconsciente a Ian, al que tuve que arrastrar hacia la salida para protegerlo mientras el clérigo remataba al enemigo. Una vez a salvo y habiendo curado parte de nuestras heridas, a la altura de las puertas, vimos con horror cómo la estatua que habíamos logrado derribar en un primer momento empezaba a reconstruirse por sí misma, y cerramos las hojas tras nosotros.

Baphomet
Baphomet
Volvimos al almacén donde encontramos al jabalí para guardar el objeto encontrado, que no parecía tener nada de particular. Se trataba simplemente de una daga desmontada, de aspecto ajado, y que seguramente se había forjado para servir en los sacrificios del culto a Baphomet. Sólo nos restaba por conseguir el último objeto: la campana. Según lo que habíamos oído por boca de Sir Terris, el enano caído junto a sus compañeros en el pozo de los demonios, el reunir los cuatro objetos nos permitiría abrir el Sancta Sanctorum, y eso era precisamente lo que íbamos a hacer, por arriesgado que fuese. Salimos durante un momento a curar un poco mejor nuestras heridas, convencidos de que era todo lo que necesitaríamos de cara a conseguir la campana. En muy poco tiempo nos daríamos cuenta de lo equivocados que estábamos.

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