viernes, 28 de septiembre de 2012
Diario de Andrew Wiggin
Vigésimo séptimo día de Alturiak, 1480 DR (continuación)



  Lilith  se acercó a interrogar al goblin. Había sido un miembro de los Asaltantes Sangrientos, pero algo hizo que estos le vendiesen a los duergar. Sus ganas de venganza contra ellos eran casi tangibles, e intentó convencernos de que le dejemos libre, que no nos delataría ni se volvería contra nosotros. Sin embargo, no podíamos confiar en la palabra de un goblin. Con la renuencia de la eladrin, decidimos acabar con su vida, por lo que Ian se acercó para acabar con él de un golpe, evitándole sufirmientos innecesarios.

 Guiamos a los prisioneros a la cripta de los minotauros. Allí, les dejamos varias raciones de comida y nos dispusimos a intentar franquear una vía de escape fuera del fuerte.  Además, no podíamos dejar escapar a Murkelmor Grimmerzhul sin interrogarle sobre el destino de los esclavos faltantes. De vuelta a la sala donde encontramos a los prisioneros, avanzamos por un pasillo. Al llegar a un par de puertas dobles, Kanon oyó el crepitar del fuego y unos gritos detrás de una de ellas. Cuando Lilith se acercó, nos hizo gestos indicando que había al menos un duergar, de voz atronadora. Seguramente se tratase al fin del jefe del clan.


  Nos colocamos frente a la puerta.  De una patada, irrumpimos en la estancia, pero dos duergar fuertemente armados, una teúrgo y quien debía ser el propio Murkelmor nos esperaban fuertemente pertrechados. Ian y Kanon se lanzaron a por uno de los guerreros, mientras Lilith se teleportaba al interior de la estancia para atacar a su jefe. Por lo que podíamos ver, nos encontrábamos en la cámara privada del esclavista. Un par de enormes hogueras crepitaban en sendas chimeneas a ambos lados de la habitación, mientras que al fondo unas cortas escaleras flanqueadas por dos estauas de minotauros llevaban a un área acondicionada para dormir.  Desde allí, la teurgo nos lanzaba lluvias de fuego y azufre que cegaban nuestros sentidos.



 En el fragor de la batalla, Earsel y yo vimos desde el pasillo como uno de los guerreros enanos crecía, duplicando su tamaño y la fuerza de sus golpes. Sin embargo, Kanon, con un par de certeras flechas, dió cuenta rápidamente de él.  En ese momento, Murkelmor golpeó a lilith, lanzándola al interior de una de las chimeneas. Invocando a Kélemvor, golpeé con mi martillo al guerrero duergar restante, mientras aprovechaba para curar a mis compañeros. Sin embargo, pronto me vi bloqueado con la maga en el pasillo ya que el enano, situado frente a la puerta también duplicó su tamaño impidiendonos el paso.

  En el interior de la estancia, la batalla se sucedía.  Pude oir un rugido de dolor del jefe duergar, y vi a través de la puerta cómo empezaba a refulgir y sus heridas parecían recuperarse. En ese momento, Earsel aprovechó para congelar y romper en pedazos al guerrero que nos bloqueaba el paso, por lo que nos lanzamos al interior para ayudar a nuestros compañeros. Mientras curaba a mis maltrechos compañeros, pude ver cómo Murkelmor se arrojaba a una de las chimeneas y desaparecía en su interior. Oyendo un cántico desde el fondo de la estancia. sentí como una ola de fuerza me golpeaba caí al suelo inconsciente.

  Unos minutos después, me levanté, y pude ver que mis compañeros habían dado cuenta de la teúrgo. Elevé una plegaria a Kélemvor por el buen destino de su alma y la de sus compañeros. Sin embargo, la batalla no había finalizado. A nuestra espalda, el jefe duergar venía acompañado de refuerzos. Traía consigo la ayuda  de un ogro y varios enanos más. Mientras Earsel les lanzaba una bola de fuego, evaluamos nuestras posibilidades.  Estábamos todos en unas condiciones lamentables. Mirándonos a unos a otros, decidimos huir a través del pasaje secreto por el que había huido Murkelmor. Sin embargo, el calor de las infernales hogueras fue excesivo para Kanon y para mí, por lo que Lilith e Ian tuvieron que cargar con nosotros.
 
   Atravesamos la sala de las pozas donde habíamos liberado a los esclavos, en dirección al estrecho pasillo que llevaba a la cripta de los minotauros y una vez allí, atrancamos la puerta con los cascotes donde se escondían los wight. Una vez atrincherados, decidimos dormir en la cripta antes de volver para terminar con los esclavistas.
  
   Por primera vez,  habíamos tenido que huir para poder luchar otro día.

<Fin del Primer Tomo del Diario de Andrew Wiggin>

sábado, 22 de septiembre de 2012
Estatua minotauro
Muy bonito, pero está hecho un fistro

Me desperté del trance bastante aliviada teniendo en cuenta todo lo que habíamos pasado las horas antes de descansar, y viendo las caras de mis compañeros supe que a ellos también les había sentado bien el sueño. Esto no quiere decir que no hubiéramos preferido descansar en un hostal del mundo civilizado, pero por el momento estábamos contentos de tener un día más en la fortaleza duergar. Bueno, lo de duergar no parecía ser del todo cierto, ya que esta zona en particular con casi total seguridad perteneció a los minotauros que poblaban el laberinto hace siglos, y el desgaste y el abandono eran prueba de ello. Sólo podíamos tratar de seguir nuestro camino por la puerta de hierro oxidado que quería inspeccionar Kanon cuando fue sorprendido por los wight, así que Earsel la abrió gracias a su totalmente inesperada habilidad con las cerraduras para que pudiéramos pasar todos.

Minotaur skeleton
Esto es completamente erróneo, lo mires como lo mires
Frente a nosotros se abría un pasillo de escaleras ascendentes en cuyo extremo podíamos ver claramente una estatua de un esqueleto de minotauro. Por el estado de conservación de las rocas y las claras evidencias artísticas, esta parte de la fortaleza tampoco era de construcción enana. A diferencia de la anterior escalera, ésta se adentraba de nuevo en la roca, y en la parte superior, a la derecha de la estatua, pudimos ver unas criptas en las que reposaban los restos de varios guerreros minotauros. Por suerte, éstos sí disfrutaban del descanso eterno, lo que tranquilizó a todos (especialmente al clérigo, muy dado a sospechar de los cadáveres que no han muerto por su mano). A la izquierda de la estatua había una puerta de hoja sencilla, que habían protegido con una cerradura que no supuso ningún desafío para la elfa.
La puerta nos llevó a un pasillo descendente al final del cual había una puerta de una sola hoja, también cerrada. Antes de tratar de abrirla, pudimos oír claramente dos voces que sonaban bastante amenazadoras hablando en un idioma que a todos nos resultaba desconocido, por lo que nos preparamos para luchar una vez Earsel abriera la puerta.

Diablo en llamas
Gente de buen talante
Lo que vimos, sin embargo, nos sorprendió. Se trataba de una estancia muy amplia con tres grandes pozos excavados en la roca, y en la que vimos de nuevo tres duergar (dos guardianes y un teúrgo) y dos diablos alados cubiertos de espinas y de aspecto feroz, que entonces supimos que eran quienes estaban hablando en aquel idioma (celestial, sin duda). Los ataques se sucedieron rápidamente tras nuestra entrada, y pudimos comprobar dolorosamente que aquel teúrgo también tenía la capacidad de provocar lluvias de azufre. Los diablos, por su parte, nos atacaron en numerosas ocasiones lanzándonos espinas ígneas, y era difícil contraatacar ya que lo hacían mientras volaban sobre los pozos, lo que limitaba mi capacidad de acción a disparar con mi ballesta. Además, el teúrgo nos lanzaba hechizos cegadores cada poco tiempo para complicarnos aún más la batalla. El combate fue duro, ya que los enemigos eran esquivos y rápidos, y en varias ocasiones tuvimos que sacar fuerzas para volver a ponernos en pie, e incluso recurrir a las capacidades curativas de varios de nosotros. Finalmente, Earsel fue capaz de rematar a uno de los diablos alados, el último que se mantenía con vida, y pudimos inspeccionar el recinto.

Liberación
Si es que los humanos no sabéis... liberaros sin ayuda
Nos sorprendió ver que habían utilizado los dos pozos vacíos para mantener encadenados a varios esclavos. En total, había trece humanos (diez hombres y tres mujeres) y un goblin, que nos apresuramos a liberar con la llave maestra que se encontraba colgada al cuerpo sin vida, pero aún caliente, del teúrgo. Andrew trató de entablar conversación con ellos, pero se mostraron encerrados en sí mismos y sin querer hablar, así que hice gala de mis dotes como mediadora para que nos prestaran atención. Nos dijeron que la mayoría venían de Refugio Invernal, y que habían pasado grandes calamidades desde su captura. No eran capaces de precisar el tiempo que llevaban allí, pero estaban claramente afectados por el trato que habían recibido. En un momento dado, Andrew me apartó para contarme que el goblin le había dicho que antes de nuestra llegada habían llegado unos gnoll para llevarse a dos de los esclavos, y que desde entonces no los habían vuelto a ver. Nuestro trabajo allí aún no había terminado en absoluto, teníamos que saber qué había pasado con esos esclavos y mantener a salvo al resto… O quizás no, ya que la presencia del goblin nos resultaba extraña a todos. ¿Se trataría de una trampa?