martes, 18 de octubre de 2011

Diario de Andrew Wiggin
Tercer día de Marpenoth, 1479 DR
[continuación]

Tras un breve descanso tras nuestra batalla con las ratas, nos acercamos a las puertas de bronce de aspecto ominoso que habíamos visto en la sala de las estalactitas. Alguien había garabateado en ellas un mensaje amenazador: “Aléjate de aquí. En serio”. El semielfo, imprudentemente, abrió las dobles hojas de una patada.

Tras unos peldaños mohosos, encontramos una cueva natural, con un estanque de aguas salobres, en cuyo centro se encontraba un islote con huesos, monedas y otros objetos desperdigados por su superficie.
Kanon observó unas ondas bajo el agua, sin duda causadas por el movimiento de alguna criatura. Propuse que lanzásemos unas piedras al estanque, para enfurecer a lo que quiera que fuese lo que allí había. Si teníamos que enfrentarnos a ello, mejor sería que lo hiciésemos salir de su elemento. El semielfo lanzó una piedra, quedó cuatro saltos largos en el agua hasta chocar con la pared del fondo del pozo, mientras Earsel iluminaba la superficie con un hechizo de luz, con lo que pudimos comprobar lo turbio del agua. Desde luego, si el pozo se encontraba así cuando la fortaleza estaba habitada, no me sorprende que Keegan enloqueciera.

Provocado por la luz de la elfa, un cieno azul se alzó sobre las aguas, que fue recibido por una mueca de profundo asco por parte de Lilith, mientras hacía una retirada estratégica hacia la escalera, supongo que para hacer hueco y permitirnos atacar al resto, mientras ella cambiaba su espada por la ballesta, venciendo su repulsión para enfrentarse a la criatura. Como ante cualquier batalla, me detuve un momento para elevar una plegaria a Kélemvor mientras mis compañeros hacían sus primeros movimientos. Entre mis oraciones, pude ver cómo Earsel lanzaba un proyectil mágico a la criatura, arrancándole un pedazo. De repente, el aire a su alrededor pareció condensarse, mientras se preparaba para arrojar sobre nosotros una nube de putrefacción. Sin embargo, Kanon pudo lanzarle una flecha que provocó que su ataque no acertase plenamente en su blanco, pues la semielfa y yo nos libramos de la nube pestilente.

Retrocedimos hacia las escaleras, mientras el semielfo le hizo un gesto obsceno, estirando un dedo para mostrarle la uña de su dedo corazón a la criatura. Nunca deja de sorprenderme las extrañas costumbres y manierismos de nuestro compañero. Earsel y yo fallamos nuestros ataques, mientras Lilith cubría nuestra retirada hacia la escalera. Kanon disparó dos flechas, si bien sólo acertó con la segunda, sin duda, aún atontado por los efectos de la nube pestilente. De repente, un par de apéndices salieron de la criatura, golpeándome hasta la inconsciencia y envenenando mi sangre con su putrefacción. Afortunadamente, Lilith estuvo al tanto y pudo despertarme rápidamente, mientras atacaba con su ballesta a la criatura.

Kanon, aún atontado, disparó a la criatura, mientras utilicé mi luz para inspirar a la Eladrin, mientras alzaba mi símbolo sagrado de Bahamut para golpear a la criatura con la furia de los dioses. Lilith, ciega de furia, se abalanzó sobre la criatura, dispuesta a asestarle un fuerte golpe, si bien lo apresurado del movimiento hizo que su ballesta, colgada del cinturón, estuviese a punto de desengancharse de su sujeción y caer al pozo. El brutal mandoble arrancó un brazo cenagoso de la criatura, salpicando a la Eladrin. Mientras el cieno recuperaba su forma, Earsel lo congeló parcialmente, inmovilizándolo si bien aún consiguió golpear a Lilith. Kanon apuntó cuidadosamente a la criatura, quien soltó una erupción de podredumbre que alcanzó a mis compañeros. Con una breve plegaria, restañé las heridas que pude de la Eladrin, para que pudiese golpear nuevamente mientras otra flecha se hundía en el cieno. Sin duda, el hecho de que el semielfo siguiese atontado mejoraba su puntería.

Earsel decidió invocar a su bola de fuego, a la cual sigue llamando “Fluffy”. Lilith y Kanon atacaron a la criatura de nuevo, mientras la bola de fuego se posicionaba junto a nuestro enemigo. Mientras el cieno atacaba a Lilith y a Kanon, la iluminé con mi llama sagrada, protegiendo además a Lilith, quién golpeó salvajemente a la criatura, haciendo que esta explote, salpicándola junto al semielfo, y dejándola inconsciente en el suelo

Despejada por fin la cueva, me acerqué a curarla, mientras Astaroth, ausente durante la pelea mientras despejaba las cuevas a nuestra espalda, nos lanzaba los objetos del islote, entre los que había un escudo mágico para nuestra señora de la guerra y un cilindro de mensajes, con tres pergaminos. El primero, contenía un mapa con la ubicación de la fortaleza en la que nos encontrábamos; el segundo un mensaje, que rezaba:
Recuerda, no mojes el nódulo a menos que Kalarel no se muestre receptivo a nuestra oferta. Si tuvieras que hacerlo, mójalo manteniéndote a una distancia prudencial y después, date la vuelta y corre. El agua sacará a la criatura de su sopor y consumirá cualquier cosa que se encuentre a su alcance.
Mientras que el tercer pergamino contenía un mensaje de un tal “jefe Krand”
Saludos, Kalarel. Hace poco he oído cosas sobre tus actividades en la zona y tengo una oferta que hacerte. Si, durante el tiempo que estás en la región, capturases algún humanoide, nos encantaría adquirirlo. Tenemos aliados duergar en la Espira del Trueno que andan necesitados de esclavos. Si estás interesado, házmelo saber. Mis mensajeros te dirán cómo.
Parece que todavía hay mas actores implicados. No importa, de una forma o de otra, daremos cuenta de ellos antes de que el mal se extienda por estas tierras.

Cansados, y con nuestras provisiones y carcaj vacíos, decidimos salir a la superficie. Quizás una noche bajo las estrellas alivie el pesar que invade más y más nuestras almas cuanto mas tiempo permanecemos cerca de esta fuente de ignominia.

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