lunes, 9 de septiembre de 2013

- ¿En serio que conseguiste resucitarla, Derkin?
- Pues sí. No creí que lo conseguiría. Nunca había conocido a nadie que hubiera completado con éxito el ritual, pero tenía que conseguirlo...

 Unas horas más tarde, me desperté, aún cansado tras el esfuerzo dedicado al ritual. Kanon hizo un comentario sobre un truco que se le había ocurrido para los combates, que le haría pegar mejores güayas. En ese momento, no pude menos que empezar a tararear una tonada de los bardos Indeseados, algo así como "Güayas, güayas, los guerreros pegan güayas"
El artista que dibujo este cartel, sin duda debe ser el mejor de Toril

  El semielfo y yo empezamos a buscar en las tumbas y nichos, en busca de algo que pudiéramos utilizar. Nuestra intuición no iba desencaminada, ya que encontramos seis esmeraldas del tamaño de mi pulgar y una espada que parecía de exquisita factura, aunque cubierta de una capa de herrumbre y porquería costrificada.
Estudiamos que hacer, y decidimos que la maga la calentaría, mientras que yo la golpeaba con mi martillo. A los pocos minutos, la capa de suciedad se desprendió y la espada empezó a refulgir con una tenue luz verdosa. Se la tendí a Lilith, quien la sostuvo con un "uala". Por el rabillo del ojo, me fijé en Earsel. Parecía estar bien, sin secuelas, pero se la veía mucho más seria y taciturna  de lo habitual.

  Más descansados, pese a lo lúgubre de la estancia, nos dirigimos a la otra puerta de la estancia donde habíamos entablado el combate. Pese a que en aquel momento había estado atrancada, Lilith la abrió sin problemas. Un pasillo se abría frente a nosotros, y un poco más adelante, otro se bifurcaba hacia la derecha. Este segundo pasillo terminaba en una puerta de doble hoja, que el semielfo se aprestó a explorar. Unos segundos después, volvió donde estábamos, indicando que oía unos sonidos que le daban muy mala espina, por lo que decidimos seguir de frente.

  Al final del corredor, una puerta de doble hoja se abría a una sala completamente a oscuras, con una especie de pasillos cruzados formados, a falta de un término mejor,  por una serie de columnas y entre ellas, un muro de oscuridad, a través de la cual se veían tenuamente a izquierda y derecha sendas estatuas bañadas en un ligero fulgor ignominioso. Nos adentramos con cautela por el pasillo, y de repente, una calavera azulada golpeó brutalmente a Lilith, quien salió volando, derribándome, hacia el recinto que formaban las columnas a nuestra derecha.
   Kanon corrió tras la eladrin, pero al cruzar la oscuridad entre las columnas, nos quedamos en la más absoluta negrura. Parecía como si las columnas formasen un muro mágico que impedía que ninguna luz, aparte de la de las estatuas, la atravesase. Earsel encendió su vara y se encaminó tras nuestros amigos, dejándome de nuevo a oscuras. Me arrastré hacia allá, con la esperanza de que si nuestros enemigos veían en la oscuridad, estaría algo más a salvo.

  Al llegar a la estancia, me encontré a mis compañeros enzarzados con tres esqueletos que portaban cuatro cimitarras, una en cada brazo.

  - ¿Seguro, Derkin? ¿No has perdido la cuenta? ¿Cuatro brazos? ¿No le habrías dado un tiento al aguardiente enano?
  - Que va, que va... Y no veáis cómo arreaban, ¡recibíamos  mandobles de cuatro en cuatro!


Sin conseguir levantarme, estuvimos intercambiando golpes con los esqueletos. Poco a poco conseguimos colocarnos estrategicamente, para dar cuenta de nuestros enemigos, mientras unas calaveras azuladas como la que habíamos visto, nos alejaban de ellos y otras, cubiertas de llamas negras, me castigaban desde otra de las estancias.  Con Ian alejado del combate, Lilith estaba sufriendo la mayor parte de las embestidas de los esqueletos, hasta que finalmente no pudo más y cayó inconsciente. Esquivando como pude otra calavera necrótica, elevé una plegaria a Moradin para restañar sus heridas, mientras Kanon y Earsel daban cuenta de nuestros adversarios.

 Levantándome por fin del suelo, exclamé "¿Alguien ha visto pasar volando unas calaveras envueltas en llamas negras por aquí?" Mis compañeros se dirigieron hacia la sala de donde venían los cráneos, mientras yo recogía la linterna. Al atravesar la primera hilera de columnas y llegar al pasillo, vi a mis compañeros en fila, en guardia. "Pero que hacéis ahí parados!" - bromeé- "¡Veeeenga!"

  Al llegar a la siguiente sala, vi a cuatro vampiros dirigirse hacia mí. Ian se colocó a mi lado, terminando con uno de ellos, y permitiendo que el resto de mis compañeros dieran cuenta del resto. Sin embargo, un momento después un rayo de energía negra proveniente del otro lado de la estancia levantó a uno de los no muertos. En ese momento, la criatura de la que debían provenir las calaveras y que había levantado al vampiro se puso a la vista frente a mi. Dejando al vampiro para Earsel, me lancé al ataque contra el Señor de las Calaveras, teleportando a Ian a mi lado. El engendro cayó desplomado, implosionando, pero un momento después, se recompuso. No obstante, si antes donde debería haber una cabeza había tres calaveras, ahora sólo nos contemplaban dos pares de cuencas vacías. Sin embargo, la criatura se precipitó entre las columnas, huyendo.

  Nos dirigimos todos tras ella. Al llegar a la tercera sala, atravesando la oscuridad, vi a nuestro enemigo frente a mí. Una lanza de fe lo desmenuzó de nuevo, y grité a mis compañeros que sólo quedaba una calavera cuando se volvió a recomponer. Ian y Lilith, en perfecta armonía, se colocaron a cada lado de la criatura, dando cuenta de ella.

  Resoplamos aliviados, viendo que no parecía haber más enemigos cerca. Kanon se acercó  a investigar la estatua, que parecía representar a una momia, pero al momento exclamó "Se mueve" y saló corriendo.

  - ¿Salió corriendo?
  - Si, parece que habían tenido algún encontronazo previo con estatuas animadas, o algo así, y estaban bastante predispuestos a asustarse con cualquier cosa.

  Mientras el resto seguían apresurados al semielfo, me quedé investigando las estancias por si había algo de valor. Ian, quien se había quedado conmigo para "protegerme", no dejaba de insistir en que nos fuésemos de ahí, que seguro que no había nada de valor. - "Algún día me tenéis que explicar qué os pasa con las estatuas", les dije con sorna al volver con ellos, mientras seguía vigilando la evolución de la maga. Seguía taciturna, pero nada más, parecía estar recuperada de la experiencia, al menos físicamente.


  Discutimos nuestros pasos. Aunque Kanon estaba dispuesto a abrir la puerta de los ruidos ominosos, decidimos por mayoría investigar la puerta tras el pasillo situado al otro lado de las escaleras que nos habían traído hasta aquí. Avanzamos por un pasillo, y tras un par de puertas, llegamos a una una pequeña cámara, con un par de estatuas, dos candelabros, una pesada cortina al fondo de la estancia, y junto a esta cortina, un escritorio con nada más y menos que Karvakos sentado en él.

  - ¿Como? ¿Kárvakos? ¿Así, sentado, como un amanuense cualquiera?
  - Tal cual, y eso que le estuvimos intentando provocar. Kanon apuntándole mientras carraspeaba, Earsel primero desordenándole los papeles y después, exasperada, lanzandolos al otro lado de la sala...
  - ¿Y no hizo nada para deteneros?
  - Que va... uso sus supuestos poderes de telequinesis para acercar los papeles y con apenas un mohín de fastidio, los recolocó con parsimonia. Yo no me fiaba, aquello olía a trampa a leguas...

  Prudentes, intenté ver si había alguna trampa. Un pequeño siseo parecía salir de los candelabros, por lo que empezamos a atacarlos desde fuera, pero no parecía surtir mucho efecto...Ante los insistentes susurros de Vyrellis "es él.. es él..·, Lilith se lanzó al interior, pese  a mi advertencia previa "No te metas ahí, que luego toca resucitarte y es muy cansado", mientras que el resto la seguían. Exasperado, les seguí al interior, alguien tendría que cuidar de ellos...

Se puede decir más alto...

  Lilith entró cargando contra la figura del tiflin, atravesándola en el aire, golpeándose contra el escritorio. En ese momento, un muro de energía negra tapió la entrada y la habitación empezó a llenarse de un gas verdoso proveniente de los candelabros. Empezamos a arrearlos mamporrazos, mientras que curaba a mis compañeros. Lilith en ese momento gritó, "¡Derkin, coge!", lanzándome un amuleto. Al ponérmelo, pude notar como el veneno me afectaba un poco menos.  Al otro lado de los cortinajes, había una mullida cama, lo que debía tener despistados a Ian y la Eladrin, puesto que fallaron un par de golpes absurdamente contra los inmóviles objetivos.

Así, pero soltando gases nauseabundos.

  Poco a poco, conseguimos machacar los candelabros ya atenuar la salida del gas. Oímos a Earsel, quien había estado estudiando el muro, decir "¡Aquí! ¡Una falla! ¡Golpead aquí!" Seguimos su consejo, y entre toses, conseguimos derribar el obstáculo que nos bloqueaba la salida.

  Nada más salir de ahí, vimos una bifurcación del pasillo hacia nuestra izquierda donde antes no había nada más que un muro sólido. Sin duda, todo estaba pensado para encaminarnos hacia aquella trampa


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