sábado, 17 de agosto de 2013
15:50 | Publicado por
Oona |
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Nos despedimos de Medragal y su gente y tomamos las
escaleras que llevaban al nivel superior, ya que al parecer no nos quedaba nada
por ver en éste. Ante nosotros encontramos un pasillo perpendicular la la puerta cuyos
extremos giraban en dirección norte y sur respectivamente. Kanon se acercó a
uno y otro, y nos dijo que no parecía haber peligro inminente en ninguno de
ellos, por lo que decidimos al azar tomar la dirección sur. Una vez más, no
teníamos idea del duro episodio que nos esperaba tan sólo unos pasos más allá.
Al final del pasillo vimos una puerta cerrada. La muerte
estaba muy presente en aquel lugar, podía notarlo a medida que nos
acercábamos. Hedor a muerte; uno de esos olores que no podrías olvidar aunque
quisieras. Cuando Kanon hubo llegado a la altura de la puerta, nos hizo saber
que oía un ruido que ya conocíamos: montones de pequeñas patas se movían
rápidamente en el interior de aquella estancia. Todos recordábamos el incidente que
habíamos tenido no hacía mucho con las ratas, por lo que Earsel de adelantó
junto a Ian para estar en primera línea cuando entrásemos; con
suerte nos quitaríamos varias de ellas con un solo ataque de la maga.
Kanon abrió la puerta con cuidado y la pestilencia a muerte
y corrupción se multiplicó; parecía rodearlo todo. En el interior, a diferencia del resto de salas y pasillos que habíamos recorrido
hasta entonces, reinaba la oscuridad más absoluta. El semielfo sacó de su
petate la linterna flotante y la colocó delante de la puerta para que
pudiéramos ver. Las paredes estaban talladas en piedra gris, con hornacinas en
todas ellas, y el techo era apenas más alto que Ian. La estampa era agobiante y un aura maligna parecía rodearlo todo.
Las hornacinas |
Wraith |
El primero en entrar fue Derkin, para examinar las hornacinas.
Al parecer se trataba de tumbas, ya que en ellas había restos de sudarios mal
conservados y huesos secos. Sin duda el penetrante olor a muerte provenía de
allí. Nos adentramos en aquel desagradable lugar y enseguida unas grandes ratas
rodeadas de un aura de color purpúreo nos empezaron a atacar. En medio de aquel
torbellino de mordiscos pude oír el sonido de piedra rascando sobre piedra,
aunque no le di mayor importancia ya que tenía preocupaciones
más inmediatas. No tardaría mucho en darme cuenta de por qué tendría que
haberle prestado más atención. Entretanto, uno de los ataques ígneos de la maga
había logrado acabar casi con la totalidad de las ratas, y tratamos de
replegarnos hacia la puerta, pero descubrimos que se había cerrado tras
nosotros. Antes de que tuviéramos tiempo de cambiar de estrategia, apareció
flotando ante mí una criatura no muerta que nos heló la sangre con un grito
desgarrador; un wraith. Empezamos a repeler su ataque con mayor o menor suerte,
y en ese momento vimos que no estaba solo: tres wights se movían rápidamente
hacia nosotros, atacándonos y despojándonos de nuestra esencia vital con cada
golpe. La que más estaba sufriendo era Earsel, por lo que decidió teleportarse
hacia el fondo en un intento de protegerse. Los
demás estábamos luchando con los wights en el centro de la estancia, pero
pudimos ver claramente cómo el wraith aparecía al lado de la maga. Tocó su
frente con un dedo y la piel de la elfa se volvió grisácea justo antes de que
su cuerpo cayera inconsciente al suelo. Y desapaceció. Earsel se había
desvanecido frente a nuestros ojos. Pero no podíamos hacer nada, no en ese
momento, rodeados por aquellas criaturas no muertas. Concentramos nuestros
ataques y logramos hacer caer a los
wight; uno de ellos con tan sólo un golpe certero de Ian.
- ¡Ése es mi Ian! – gritó Kanon con orgullo. Eran
esos momentos en los que normalmente me cuestionaba cosas, pero no había
tiempo.
El wraith no aparecía por ningún lado, y me acerqué al lugar
donde había visto por última vez a Earsel. Palpé el suelo, la llamé. Nada.
Volví con el resto del grupo y les hice saber que había desaparecido. Cuando
nos habíamos separado para buscarla, el wraith apareció de nuevo al lado de
Derkin, que salió corriendo dejándome a mí con la tarea de acabar con aquella
criatura. Reuní todas mis fuerzas para cargar contra él y por fin cayó. Estaba sola. Y
prácticamente a oscuras, ya que la única luz que podía ver provenía de una
puerta abierta en el pasillo que tenía frente a mí. Me aproximé para ver a
Derkin, Ian y Kanon en un cuarto lleno de ataúdes abiertos y vacíos… rodeando
el único cerrado. El sonido de antes tenía que haber sido causado por los wights al salir de ahí. Me temí lo peor.
La vi al acercarme. Habían levantado la lápida con gran
esfuerzo entre los tres, y se quedaron mirándola también. El cadáver de Earsel
reposaba dentro, con los ojos cerrados, la piel grisácea y la mueca de dolor
que vimos cuando cayó. Noté las lágrimas asomar a mis ojos y abrió de nuevo los
suyos. Sólo que no eran los suyos, y no era ella. Un wight con los rasgos de
nuestra compañera se alzó de la tumba que contenía su cuerpo, atacando a Derkin
y pasando a través de todos nosotros. Un escalofrío me recorrió mientras aquello se parapetaba en el fondo del cuarto.
¿Earsel... o un wight? |
- Espero que sepas lo que estamos haciendo, Derkin
– no me sorprendió notar temor en la voz de Kanon momentos antes de que le disparara.
Avanzamos tratando de atacar a aquella criatura. No era
fácil, se le parecía demasiado… Le indiqué a mis compañeros que se alejaran de mí
con la esperanza de poder reducirla de manera no letal, pero no me hicieron
caso. Finalmente fue Derkin quien logró que aquel espanto se desvaneciera.
- ¡Proteged la puerta! – el enano mostraba una determinación no le había visto antes.
- ¿Crees que funcionará? – Kanon estaba claramente
preocupado, quizás más que nadie.
- Voy a intentarlo. Vigilad la entrada – al decir
esto, el semielfo asintió y se colocó junto a las jambas.
Pasaban las horas. Derkin no dejaba de recitar las palabras
del ritual de resurrección mientras sudaba cada vez más. La voz se le quebró en
un par de ocasiones, pero no cesó. Era lo único que rompía el silencio de la
sala; Kanon seguía en su puesto de vigilancia mientras Ian y yo asistíamos al
clérigo como podíamos. Me temblaban las manos, no podía ser que estuviéramos
pasando por aquello otra vez. Me negaba a creerlo. Paseaba de un lado a otro, me paraba, la veía inerte, volvía a pasear. Tras tantas repeticiones, estaba segura de que podría hacer el ritual yo misma. Nadie hablaba.
De repente, Derkin dejó los ojos en blanco y se desmayó,
cayendo como un pesado fardo al suelo. El pecho de Earsel se hinchó fuertemente
dos veces. Corrí hacia ella. Su piel ya no tenía aquel tono ceniciento y el gesto de dolor había
desaparecido. Estaba dormida. Esta vez lloré de verdad. Le atusé un poco el pelo y me derrumbé agotada en los
brazos de Ian.
Desperté incómoda y dolorida. La sala donde reposábamos seguía
oliendo a muerte, y la experiencia vivida en absoluto hizo el descanso más fácil. Derkin
bebía en silencio en una de las esquinas, y Kanon miraba la escena desde lejos
con gesto sombrío. Aquella noche no la íbamos a olvidar pronto. Earsel abrió de
nuevo los ojos a la vida envuelta en lágrimas, y yo no pude contenerme tampoco
cuando la abracé.
- ¡Joder, qué siesta, elfa! – Derkin rió
complacido de sí mismo, aunque recibió por ello un sopapo por parte de Kanon.
- Te has quedado sin abrazo, enano – dijo ella
entre llanto y risas.
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