sábado, 29 de diciembre de 2012

Ésta sería sin duda la más dura lucha que me tocaría vivir hasta la fecha, y estoy segura de que a mis compañeros también, pero aún no lo sabíamos. No teníamos idea de lo cerca que íbamos a estar de no volver a levantarnos, de acompañar a los espíritus de los tres aventureros caídos que guardaban el lugar. De morir como héroes.

Howling pillars
Las terroríficas columnas
Tras asegurarnos de que los tres objetos seguían en el almacén donde los dejamos, nos aproximamos a las puertas dobles de orientación sur. La cara de Earsel se torció en un gesto preocupado y nos indicó mediante gestos que había multitud de voces que provenían del interior, pero decidimos abrir las puertas de todas formas. Al hacerlo, recibimos una bocanada de aire caliente y vimos espantados cómo desde el suelo de la sala de piedra negra se alzaban varias columnas hechas de cuerpos que parecían humanos, que se retorcían entre sí desplegando brazos y piernas y emitiendo sonidos guturales. Con el vello erizado de espanto, me aproximé a una de ellas sin llegar a tocarla. En ese momento, Earsel nos advirtió que era muy posible que estuvieran siempre cambiando, y así lo comprobamos cuando la maga impactó en uno de los cuerpos y fue inmediatamente sustituido por otro que se encontraba más atrás. La escena resultaba realmente grotesca, aunque no parecía ser especialmente peligrosa. Pronto veríamos que sí lo era.

Los demás fueron adentrándose en la sala. En ese momento vimos emerger de la masa de carne unos cuerpos rojizos que nos resultaban dolorosamente conocidos: unos evistros que Kanon no pudo esquivar. Aunque el infierno se desató justo después, cuando vimos cómo todos los brazos de las columnas se extendieron hacia nosotros, inmovilizándonos a todos salvo a la elfa. Nos tratamos de zafar del agarrón con mayor o menor suerte, pero no habíamos visto a varios demonios más que debían haber surgido del fondo de la estancia y que pronto nos rodearon. Había que escapar hacia la entrada, mas no contábamos con la suerte de nuestro lado. Los ojos de las figuras de las columnas empezaron a brillar con una energía aterradora, y huimos en diferentes direcciones. Nos estaban separando. Teníamos que irnos. Empezamos a replegarnos hacia la puerta mientras repelíamos los zarpazos de los evistros, acabando con uno de ellos, cuando apareció un enorme barlgura que se unió al acoso que estábamos sufriendo. Las bocas de las figuras de las columnas en ese momento comenzaron a vomitar ácido, hiriéndonos tanto a nosotros como a nuestros enemigos. La situación era muy complicada, estábamos avanzando hacia la puerta pero lo hacíamos tan lentamente y estábamos recibiendo tantos ataques que Ian apenas era capaz de mantenerse en pie mientras acababa con otro de los demonios. Éstos debían ver claramente quién se encontraba en una situación más vulnerable, ya que en ese momento lo rodearon y empezaron a atacarlo en grupo hasta que cayó al suelo. Pero lo peor estaba a punto de suceder.

Surrounded D&D
Rodeados
Noté cómo el espeso aire caliente empezó a agitarse, y de repente nos vi a Ian y a mí al fondo de la sala, cerca de un altar pero lejos de cualquier posible ayuda, con lo que lo socorrí lo mejor que pude para que fuera capaz de levantarse. Dos de los evistros y el barlgura habían aparecido cerca de nosotros, así que tenía que hacerlo antes de que lo alcanzaran de nuevo. Estábamos solos frente a tres peligrosos enemigos. Y las columnas volvían a atacar con ácido, así que Ian cogió rápidamente una campana que se encontraba sobre al altar y nos parapetamos al fondo de la sala. Había que resistir todo lo posible hasta que llegara la ayuda.

Pero la ayuda no llegaba. Y los demonios cada vez atacaban más fuerte. Nos empezamos a defender sin poder retroceder más; estábamos condenados. Ian cayó una vez más y pude reanimarlo, pero los demonios sabían que era él quien llevaba la campana que protegían y lo rodearon, dejándolo inconsciente de nuevo. Grité pidiendo auxilio sin saber si serviría de algo. Recuerdo un fuerte ataque justo antes de golpear mi cabeza contra el suelo, y oscuridad.

Abrí los ojos en un punto diferente de la sala, cerca de Andrew, que parecía gravemente herido, y del barlgura y los dos evistros, que no cesaban en su acoso. No habría sabido decir cuánto tiempo llevaba allí, ni qué había pasado con Ian, al que había visto por última vez inconsciente en un charco de sangre. Desde el fondo, Kanon y Earsel atacaban a los enemigos, aunque pronto tuvieron que acercarse para tratar de salvar al clérigo, que acababa de caer al suelo. Yo estaba en una dura lucha cuerpo a cuerpo con los tres enemigos a la vez, pero con la ayuda de Kanon pudimos acabar con todos pese a un nuevo ataque ácido. A partir de entonces, las columnas se quedaron abatidas y dejaron de atacar.

Ian Gael
¿Estaría...?
En ese momento lo vi. En una estancia alejada, yacía el cuerpo inmóvil de Ian. No sé si el aire se hizo más pesado de repente, pero a mí me lo pareció. Corrí hacia él por un pasillo que en otra situación seguramente me habría resultado más corto durante unos instantes que parecieron horas, y tomé la poción de curación que llevaba en el cinturón sin saber si a esas alturas serviría para algo. Me agaché junto a él acercándola a su boca, y pasaron unos momentos demasiado largos hasta que supe que aún respiraba. Noté las lágrimas caer por mi rostro cuando el color empezó a volver al suyo, y en cuanto volvió a abrir los ojos me levanté y me giré hacia el altar donde reposaba de nuevo la campana. No quería que me vieran así, por lo que me limpié la cara lo mejor que pude y la cogí. Sé que me hirió con unas gruesas espinas que en ese momento surgieron de su base por el color que empezó a tomar mi mano, aunque no noté dolor. Creo que la dejé caer, o alguien la cogió. Era demasiado.

Tras aquel duro episodio, nos retiramos para tomar el descanso que tanta falta nos hacía. En el camino hacia el refugio mis compañeros me dijeron que habían guardado la campana que casi nos cuesta la vida junto con el resto de objetos mágicos para así tenerlo todo listo al día siguiente. Gracias a Earsel, aquella noche pudimos descansar como merecíamos, incluso asearnos para afrontar el siguiente día.

Nos levantamos dispuestos a acabar con el mal que reinaba en el Pozo de los Demonios de una vez por todas. Era la tercera jornada que íbamos a pasar allí; tan sólo quedaban cuatro para que Terrlen nos abandonara a nuestra suerte y tuviéramos una poco grata compañía cortesía de los tiflin que Andrew amenazó. Pero antes de colocar los objetos en las runas, decidimos montar la daga rota, ya que era el único de los cuatro objetos que no parecía exhibir ningún tipo de cualidad especial. ¿Acaso se trataba de unos simples pedazos de acero? Supimos que no era así en cuanto Ian terminó de montar la hoja sobre la empuñadura y se volvió hacia mí fuera de sí, con la mirada perdida. Tuve la habilidad o la suerte de esquivar la hoja que se dirigía a mi cuello justo a tiempo. Al derribarlo y soltar la daga volvió en sí y apareció confuso y afectado ante nosotros. Al parecer, esta expedición le estaba pasando factura también.

Finalmente Kanon recogió la daga con cuidado de no empuñarla y entre todos llevamos los objetos a la sala donde se encontraban los círculos rúnicos. No sabíamos qué iba a pasar tras colocarlos, por lo que pasamos varias horas de trabajo limpiando la zona de posibles peligros. El momento había llegado. A la señal de Earsel, colocamos los objetos simultáneamente sobre las runas, que en ese momento empezaron a refulgir. Primero fueron breves pulsos y pronto fueron haciéndose más constantes, hasta que quedaron iluminadas. De repente, las pocas puertas que habíamos dejado entreabiertas golpearon fuertemente al abrirse de golpe, el suelo empezó a temblar y un fuerte rugido que parecía surgir de todas partes inundó la sala. Había empezado.

2 comentarios:

Pisof dijo...

"Me agaché junto a él acercándola a su boca"
Juro que había leído "acercándome" y estaba viendo una escena tipo "La Bella Durmiente"!

Oona dijo...

¿Por qué todos pensáis en modo Disney? Habría que haberte visto a ti con las "friegas"...

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