domingo, 9 de diciembre de 2012
11:11 | Publicado por
Earsel Nolwendilme |
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Tras salir de la habitación de las hienas, donde habíamos
encontrado la capa y alguna que otra sorpresa para Ian, acordamos que la mejor
opción era que Andrew se quedase con mi amuleto mientras que yo me quedaba con
la capa, la cual limpié a conciencia antes de ponérmela.
Seguimos por un pasillo muy largo e iluminado y con algunas
bifurcaciones en ambos lados a lo largo del mismo. Nos paramos en la primera
puerta y en ese momento volví a oír ladridos mezclados con chillidos de otro
animal diferente. Sin más dilación, abrimos la puerta y nos encontramos una
sala llena de murales de minotauros luchando con todo tipo de criaturas
(humano, enanos, elfos…)
En el centro de la sala había un enorme jabalí en un
lamentable estado. Estaba rodeado por una cerca y varias hienas rondando a su alrededor.
Al vernos, se lanzaron rápidamente contra nosotros, que estábamos justo en la
puerta.
No estuve muy centrada en la lucha contra las alimañas, ya
que una flecha pasó silbando al lado de mi cara, seguida de otra que me alcanzó
en el brazo. Con un alarido, alerté a mis compañeros de la existencia de dos
gnoll al final del pasillo. Mientras parte del grupo seguía la lucha contra las
hienas, decidí lanzar una bola de fuego a aquellos dos bastardos. Entonces fue cuando me di cuenta de que había
otras dos presencias más, ya que emergieron varios gritos más de la cuenta
cuando mi bola explotó. Decidí lanzar
dos rayos de hielo a los dos visibles antes de que tuviesen tiempo a reaccionar
y acto seguido Kanon remató a uno de ellos mientras los dos invisibles hacían
acto de aparición disparándome con sus arcos. Un dolor intenso me recorrió por
completo antes de perder el sentido.
Desperté de nuevo entre sonidos de batalla, con Andrew a mi
lado curándome. Me levanté con tal rabia interior, que el gnoll victima de mi
ataque ardió hasta los huesos.
Andrew, al que también habían herido, terminó con la vida de
otro. Y así fueron cayendo uno tras otro hasta que nos volvimos a quedar solos.
Nuestro siguiente objetivo era el jabalí. Estaba muy
malherido y nervioso, y nos costó bastante tranquilizarlo, aunque el final lo
conseguimos. Para que pudiese reponer fuerzas, decidimos echarle las hienas
recién muertas que el jabalí devoró en un espectáculo espeluznante. No pude
apartar los ojos de aquella bestia enorme mientras destrozaba a las hienas con
desesperados mordiscos. Lilith, que había estado revisando la estancia con más
detenimiento, llegó a la conclusión de que debió ser una sala de entrenamientos
para minotauros.
Decidimos salir adelante y llegamos a otro pasillo, que en
este caso estaba completamente formado por roca negra. Había unas puertas
esculpidas con caras de minotauros y unas calaveras con cuernos en color sangre
en el suelo.
Kanon se adelantó para ver lo que había al final del pasillo
y, tras unos instantes, nos hizo señas para acercarnos.
El final del pasillo desembocaba en una pequeña sala donde
se encontraban dos sorprendidos tiflin, que se rindieron al vernos llegar.
El más alto de los dos fue el primero en hablarnos. Se
presentó como Azkelak, y el otro que resultó ser su hermano se llamaba Katal.
Nos explicó que habían venido a explorar en busca de los tesoros que podría
haber en estas salas. Se decía que podían dar para toda una vida. Habían
llegado el anochecer del día anterior por un oscuro pasillo.
Andrew, haciendo gala de su “diplomacia”, decidió que lo
mejor que podíamos hacer era atarles pero Azkelak, con tono amenazante,
respondió al instante que no pensaba permitirlo bajo ningún concepto. Así
comenzó una discusión que sólo pude calificar como desquiciante. El sacerdote y
el semielfo hablaban con total libertad de cómo “despachar” a los dos hermanos,
mientras Lilith murmuraba “no, no, no…” una y otra vez. Afortunadamente la cosa
no llegó a complicarse más de lo debido ya que finalmente Kanon llegó a un acuerdo
con Azkelak: Ellos aceptaban salir fuera de aquella zona, acompañados por
nosotros y desarmados, y dando su palabra de que no volverían en una semana. A
cambio nosotros prometíamos no hacerles daño. Una vez fuera les devolvimos sus
armas y ellos nos prometieron que volverían dentro de 7 días.
Una vez volvimos al pasillo negro, nos acercamos a una
pequeña puerta donde Lilith había oído a alguien que dormía. Sin más dilación
la eladrin abrió la puerta para encontrarse con un gnoll vestido con armadura y
pieles, el cual se despertó al instante. Con gran celeridad se levantó y,
cogiendo su mangual, lanzó un ataque que dejó a la sorprendida eladrin tirada
en el suelo. Intentando protegerla, Kanon y yo nos lanzamos al ataque dejando
al gnoll congelado, y recibiendo nuestros ataques uno tras otro. Pero por poco
tiempo puesto que finalmente se descongeló y comenzó a devolvernos los golpes.
Mientras luchábamos con él, sonó un portazo y un barlgura apareció dejando a Kanon
bastante dolorido y la batalla algo más compensada en nuestra contra.
Tras
numerosos ataques y contraataques, flechas y bolas de fuego volando en todas
direcciones, conseguimos terminar con el gnoll, pero aún teníamos a un enorme
barlgura fustigándonos. Esto debió terminar con la paciencia de nuestro
excéntrico semielfo porque llegado un punto de la batalla vi como Kanon atacó
al monstruo al grito de -¡YO A ESTE LO VIOLOOOOO!. Más golpes se sucedieron
pero finalmente pudimos terminar con nuestro oponente.
En la habitación encontramos un cofre de piedra que Ian
consiguió abrir a golpes, para encontrarnos con numerosas joyas y unos guantes
de cuero que rápidamente atrajeron mi atención. Entonces fue cuando vi cómo Ian
entregaba a Lilith las joyas del cofre, y recordé la primera vez que lo vi en
la posada de Refugio Invernal. Por aquel entonces ya me pareció distinguir una
pequeña nota de admiración cuando hablaba con Lilith, y en aquel momento era
evidente que aquella “nota” había crecido. Lilith guardó las joyas como
correspondía a su papel de tesorera sin dar mayor muestra de haber detectado
nada al respecto y yo decidí que era mejor dejar las cosas como estaban por el
momento para no avergonzar a Ian aún mas.
Respecto a los guantes se acordó en el grupo que me correspondían ya que
pudimos saber que daban poderes de tipo necrótico y eso me podía ser útil.
En otra pequeña habitación del tétrico pasillo negro
encontramos un altar sobre el que reposaba un libro sobre el culto a Baphomet bastante
desagradable, escrito en idioma infernal: el Libro de la Ira Revelada.
¿Sería el libro al que se refería la voz profunda que nos
habló nada mas entrar? ¿Dónde estarían los demás objetos?
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