jueves, 5 de mayo de 2011
Empezamos nuestra marcha hacia Refugio Invernal compañía de aquel monje. Las jornadas de viaje transcurrieron sin incidentes apenas destacables salvo por la orografía con ascensos y descensos. Estas jornadas tan tranquilas hacen que nos confiemos en el viaje y bajemos un poco la guardia hasta que empezamos nuestra última jornada a través de un terreno suave.

Al andar por este paisaje no percibimos nada extraño en particular salvo unas huellas con muescas de una criatura de la que no tenemos conocimiento hasta que mas adelante oimos una serie de chillidos y distinguimos a unos seres con cabeza y rabo de reptil. Sin apenas tiempo para reaccionar, estos seres de color oxido nos atacan.

¡Comienza la batalla!

Al pillarnos por sorpresa nuestra capacidad de reacción junto con el desafortunado hecho que nuestros ataques para acabar con estos pequeños seres no surtieron el efecto que esperábamos; hicieron que la balanza de la batalla empezase declinándose a favor de este enemigo.

El enfrentamiento fué cruento, y aquellos pequeños seres (que más tarde averiguaríamos que respondían al nombre de kobolds, una raza menor con sangre de dragón en sus venas) consiguieron inflingirnos más daños de los que hubieramos esperado dado su aparente aspecto frágil. No obstante, demostraron ser ágiles, coordinados e incansables, y por poco no fuimos capaces de vencerlos.

Finalmente el último de ellos cayó, y pudimos lamernos las heridas con algo de ayuda de nuestro compañero temporal de viaje Gevarn, que si bien no era sacerdote, al menos tenía algunas dotes para los primeros auxilios.

Francamente, espero que nuestras batallas futuras tengan un devernir más glorioso que ésta. Sin más dilación, partimos hacia nuestro destino, Refugio Invernal, con energías repuestas, y toda la resolución posible para encontrar información que nos lleve al paradero de Douven

-Astaroth-

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