viernes, 10 de septiembre de 2010
15:31 | Publicado por
Oona |
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Desde un principio supimos que teníamos que ir en su busca, saber qué había sido de él. Douven Staul significaba mucho para cada uno de nosotros, de diferente manera, y no podía simplemente caer en el olvido como tantos otros. Al faltar él, de alguna manera los cuatro nos sentimos algo huérfanos, y quizás eso fue el germen para emprender nuestro viaje de exploración sin que supiéramos lo que nos iba a deparar y cómo nos acabaría afectando todo aquello con el tiempo.
Era nuestra primera jornada de viaje como grupo y decidimos tomar un descanso en una pequeña posada cercana a Luna Alta. Hasta entonces, era la vez que más me estaba alejando de Myth Drannor, y creo que puedo decir con seguridad que, de los cuatro integrantes del grupo, era quien menos sabía del mundo fuera de las murallas de una ciudad. Puede que esa fuera la razón por la que no supe reaccionar a tiempo cuando la tensión llegó a su punto álgido...
No lo vimos venir. No parecía haber nada raro en el lugar, unas cuantas mesas con viajeros sentados alrededor, comiendo y bebiendo, y la posadera que iba y venía entre ellas, recogiendo las escudillas y vasos de quienes marchaban, y las monedas que dejaban en pago. Sin embargo, en un momento dado, una tensión inesperada nubló el ambiente del local cuando siete humanos entraron con paso firme, apostándose cuatro de ellos en las salidas, dos hombres en cada puerta, flanqueándolas e impidiendo así la huida por parte de cualquiera de los viajeros, incluidos nosotros mismos. En ese momento toda la actividad cesó, y la atención de cuantos allí nos encontrábamos se centró en las dos mujeres y el hombre restantes, que para entonces habían llegado a la altura de un hombre menudo, vestido con una sencilla túnica, que se encotraba sentado contra una de las paredes del local.
De repente, los tres recién llegados empezaron a mostrarse extremadamente hostiles con aquel hombre, hasta el punto que vimos claro que teníamos que intervenir si no queríamos que sufriera daños. Astaroth alzó la voz para increparlos, y fue en ese momento cuando todo se precipitó. Tanto los hombres apostados en las puertas como quienes habían amenazado al hombre se giraron hacia nosotros, y tuvimos que defendernos. Era la primera vez que utilizaba mi espada desde que salimos de Myth Drannor, pero pude mantener la concentración en el combate cuando nos empezaron a rodear. De hecho, en mayor o menor medida todos logramos hacerlo durante la reyerta, salvo Kanon, que parecía estar más acostumbrado al combate en exterior y no tuvo mucha puntería con sus flechas. Todo sucedió relativamente rápido y, a excepción de una de las humanas (que escapó), logramos abatir a todos nuestros atacantes.
Tras la confrontación, se notó que todos los que se encontraban en la posada comenzaron a respirar tranquilos de nuevo, y nosotros aprovechamos para socorrer al hombre que había sido atacado, al que aún notamos nervioso. Nos agradeció la ayuda prestada y se identificó con el nombre de Gevarn, proveniente de Refugio Invernal, y nos dijo que allí rendía culto a Chauntea, en la hermandad encabezada por la Hermana Linora. Sospechaba que sus atacantes habían sido contratados por cultistas de Shar (al parecer, había asentamientos de estos cultistas por la zona), pero no nos supo o quiso decir la razón por la que querían atacarlo. Se dirigía de vuelta a Refugio Invernal, que estaba a poco menos de dos jornadas de camino desde donde nos encontrábamos, y no parecía buscar problemas.
Sin embargo, mientras estábamos hablando con él, algo nos llamó la atención: ¡Gevarn había tenido la oportunidad de ver a Douven cuando estuvo por la zona! De hecho, todo indicaba que en el propio pueblo de Refugio Invernal podríamos recabar más información, así que nos decidimos a acompañarlo hasta allí. Gevarn se mostró aliviado de no tener que hacer el camino solo, pues según parece en ocasiones había habido ataques en las rutas que llevaban hasta el pueblo.
Dado lo aparatoso de la refriega en la posada y que ya estaba empezando a anochecer, decidimos pasar una última noche bajo techo antes de salir. Los dueños de la posada nos expresaron su gratitud por haberles librado de aquellas personas permitiéndonos utilizar las habitaciones una noche más por cuenta de la casa. Seguramente más tarde echaríamos de menos el poder reposar tranquilamente y sin preocupaciones, así que nos alegramos de poder emprender el viaje con energías renovadas.
A la mañana siguiente partimos hacia Refugio Invernal. Fue en su mayor parte un viaje tranquilo y sin contratiempos, hasta que a mitad de camino aproximadamente, vimos en el camino una serie de pisadas pequeñas, con muescas en la parte delantera, como si quien las hubiera hecho tuviera garras. Yo no había visto nada igual y estaba a punto de preguntarle a Dotar si le resultaban familiares cuando los vimos: teníamos delante ocho pequeñas criaturas de color óxido, con cabeza y cola de reptil. Pero no eran dracónidos como Dotar. Llevaban armas rudimentarias y no parecían dispuestos a hablar, sino a atacar sin más. Gevarn corrió a refugiarse a un lado del camino y Astaroth, Dotar, Kanon y yo misma empuñamos de nuevo nuestras armas con fuerza...
-Lilith-
Era nuestra primera jornada de viaje como grupo y decidimos tomar un descanso en una pequeña posada cercana a Luna Alta. Hasta entonces, era la vez que más me estaba alejando de Myth Drannor, y creo que puedo decir con seguridad que, de los cuatro integrantes del grupo, era quien menos sabía del mundo fuera de las murallas de una ciudad. Puede que esa fuera la razón por la que no supe reaccionar a tiempo cuando la tensión llegó a su punto álgido...
No lo vimos venir. No parecía haber nada raro en el lugar, unas cuantas mesas con viajeros sentados alrededor, comiendo y bebiendo, y la posadera que iba y venía entre ellas, recogiendo las escudillas y vasos de quienes marchaban, y las monedas que dejaban en pago. Sin embargo, en un momento dado, una tensión inesperada nubló el ambiente del local cuando siete humanos entraron con paso firme, apostándose cuatro de ellos en las salidas, dos hombres en cada puerta, flanqueándolas e impidiendo así la huida por parte de cualquiera de los viajeros, incluidos nosotros mismos. En ese momento toda la actividad cesó, y la atención de cuantos allí nos encontrábamos se centró en las dos mujeres y el hombre restantes, que para entonces habían llegado a la altura de un hombre menudo, vestido con una sencilla túnica, que se encotraba sentado contra una de las paredes del local.
De repente, los tres recién llegados empezaron a mostrarse extremadamente hostiles con aquel hombre, hasta el punto que vimos claro que teníamos que intervenir si no queríamos que sufriera daños. Astaroth alzó la voz para increparlos, y fue en ese momento cuando todo se precipitó. Tanto los hombres apostados en las puertas como quienes habían amenazado al hombre se giraron hacia nosotros, y tuvimos que defendernos. Era la primera vez que utilizaba mi espada desde que salimos de Myth Drannor, pero pude mantener la concentración en el combate cuando nos empezaron a rodear. De hecho, en mayor o menor medida todos logramos hacerlo durante la reyerta, salvo Kanon, que parecía estar más acostumbrado al combate en exterior y no tuvo mucha puntería con sus flechas. Todo sucedió relativamente rápido y, a excepción de una de las humanas (que escapó), logramos abatir a todos nuestros atacantes.
Tras la confrontación, se notó que todos los que se encontraban en la posada comenzaron a respirar tranquilos de nuevo, y nosotros aprovechamos para socorrer al hombre que había sido atacado, al que aún notamos nervioso. Nos agradeció la ayuda prestada y se identificó con el nombre de Gevarn, proveniente de Refugio Invernal, y nos dijo que allí rendía culto a Chauntea, en la hermandad encabezada por la Hermana Linora. Sospechaba que sus atacantes habían sido contratados por cultistas de Shar (al parecer, había asentamientos de estos cultistas por la zona), pero no nos supo o quiso decir la razón por la que querían atacarlo. Se dirigía de vuelta a Refugio Invernal, que estaba a poco menos de dos jornadas de camino desde donde nos encontrábamos, y no parecía buscar problemas.
Sin embargo, mientras estábamos hablando con él, algo nos llamó la atención: ¡Gevarn había tenido la oportunidad de ver a Douven cuando estuvo por la zona! De hecho, todo indicaba que en el propio pueblo de Refugio Invernal podríamos recabar más información, así que nos decidimos a acompañarlo hasta allí. Gevarn se mostró aliviado de no tener que hacer el camino solo, pues según parece en ocasiones había habido ataques en las rutas que llevaban hasta el pueblo.
Dado lo aparatoso de la refriega en la posada y que ya estaba empezando a anochecer, decidimos pasar una última noche bajo techo antes de salir. Los dueños de la posada nos expresaron su gratitud por haberles librado de aquellas personas permitiéndonos utilizar las habitaciones una noche más por cuenta de la casa. Seguramente más tarde echaríamos de menos el poder reposar tranquilamente y sin preocupaciones, así que nos alegramos de poder emprender el viaje con energías renovadas.
A la mañana siguiente partimos hacia Refugio Invernal. Fue en su mayor parte un viaje tranquilo y sin contratiempos, hasta que a mitad de camino aproximadamente, vimos en el camino una serie de pisadas pequeñas, con muescas en la parte delantera, como si quien las hubiera hecho tuviera garras. Yo no había visto nada igual y estaba a punto de preguntarle a Dotar si le resultaban familiares cuando los vimos: teníamos delante ocho pequeñas criaturas de color óxido, con cabeza y cola de reptil. Pero no eran dracónidos como Dotar. Llevaban armas rudimentarias y no parecían dispuestos a hablar, sino a atacar sin más. Gevarn corrió a refugiarse a un lado del camino y Astaroth, Dotar, Kanon y yo misma empuñamos de nuevo nuestras armas con fuerza...
-Lilith-
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