sábado, 25 de agosto de 2012
4:32 | Publicado por
Earsel Nolwendilme |
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Aquella noche fue desesperadamente frustrante en lo que a
descanso se refiere. Me desperté entre sudores y con la respiración acelerada.
A mi mente llegaron pequeños retazos de una pesadilla de tumbas piramidales,
portales a otros mundos y otras descabelladas ideas de mi mente. Como era de
esperar Lilith era la única despierta y tras una breve conversación en susurros
me dispuse a estudiar. El resto de mis compañeros dormían diseminados por la
estancia, aunque me quedó patente que sus sueños eran tan poco reparadores como
el mío. Incluso la expresión satisfecha de nuestro temerario sacerdote se había
esfumado. Se podría decir que los
efectos del ataque de nuestro guía empezaban a hacerse visibles y no
precisamente en un cutis estupendo como sería de esperar. Empecé a pensar que
quizás una mordedura de licántropo no era tan beneficiosa como yo creía.
Poco a poco todos fueron despertando y, tras una comida
frugal, Andrew y Lilith intentaron de nuevo curarse lo que denominaron “Frenesí
de la Luna”. Consiguieron mejorar algo aunque todavía no estaban totalmente
libres. (Kanon, con tono desilusionado, parecía farfullar algo sobre tener un
perro, mientras daba pataditas al suelo.)
Examinando las estancias descubrimos lo que parecía haber
sido la habitación del duergar herrero, a juzgar por alguna talla de piedra y
algún retrato. También había un cofre
que guardaba bastantes piezas de oro y un cetro con filigranas que parece
encajar con la petición que nos hizo Gendar en nuestra última visita. (Solo en
pensar en ese ladino drow se me revuelve el estómago).
Una vez examinadas el resto de estancias decidimos seguir
nuestro camino por el pasillo donde me quedé acorralada hasta casi morir y al
dejarlo atrás no pude evitar sentir una punzada en el orgullo. ¿Cómo había sido
tan insensata? Mientras recorríamos el pasillo hablando de diversos temas
(sorprendente la capacidad del grupo para ponerse a hablar en los momentos
menos apropiados) caímos en la cuenta de que un aperitivo de patatas fritas
acompañarían muy bien a mi “flameado”.
-¿Tu flameado?- me
dijeron.
–Juraría que se
llamaba flameado de Wrafton- Añadió Kanon –
- Es MI flameado-
No objetaron nada más pero sus caras denotaban que no había
quedado suficientemente claro… me dije a mi misma que tendría que dejárselo
claro a Wrafton primero.
El pasillo terminó con más puertas (¡malditas!), y a la
derecha un pasillo por el que seguimos hasta llegar, como no, a otra puerta. Lilith oyó
voces al otro lado que hablaban enano por lo que la eladrin pudo susurrarnos lo
que hablaban. Se quejaban de un tal Rundarr: sobre su mal carácter, de que les
llevaba pocos esclavos y de que los pocos que llegaban no eran todo lo
serviciales que se esperaba. Nos
colocamos entonces para entrar en la sala y Kanon me hizo señas para que no me
fuese de nuevo yo sola como la última vez. Susurró algo así como “txOtxo
retxuloOoN, Si el KAnOn te KasTigaaAa, tÚ te CaLLah y lO aSiMiLah y si Te VaAs
pOr otRo lAoo Teh voLvEraHs a mEtEr eN OtRo frEgaoOoh…” (No he conseguido nunca
entender a los semielfos cuando intentan hablar élfico, demasiada sangre humana
para un lenguaje tan rico como el nuestro. Kanon era un caso especialmente
difícil de entender, hasta el punto en el que empecé a denominar “kanin” a su
forma de hablar)
Al otro lado de la puerta había una estancia llena de
escombros, con dos estatuas que no me paré a investigar de entrada. Dos duergar
nos esperaban armados con un martillo uno y con una ballesta el otro. (¡No! ¡Mas
duergar no!)
Unas púas de barba hicieron acto de presencia en
cuanto la puerta se abrió alcanzando al Lilith de lleno, seguidas de un virote
que también aterrizó en el cuerpo de la eladrin. Acto seguido y sin darnos
tiempo a reaccionar, el duergar desapareció. Sabiendo de primera mano lo que estos seres
pueden llegar a hacer, decidí no perder el tiempo y, agazapada entre dos de mis
compañeros, lancé mi proyectil que alcanzó al otro que aún seguía allí. Todos uno a uno fueron entrando en la sala
para atacar a nuestro enemigo, hasta que
de pronto lanzó un rugido y levantando su martillo (el cual se había puesto al
rojo vivo) primero lanzó púas de su barba alcanzando a Ian para inmediatamente
después intentar golpear con su martillo candente, dejando al pobre chico
malherido.
Otro duergar apareció en una puerta de la sala. Más púas de
barba volaron por la habitación directos a Kanon, que hábilmente consiguió
eludir gracias a una flecha que desconcentró al enemigo. (Aunque, ahora que lo pienso detenidamente,
quizás el foco de desconcentración fueran mas bien sus sugerentes mallas…). Rabioso,
lo intentó de nuevo pero con la ballesta, aunque con el mismo resultado. Acto
seguido desapareció. No era de extrañar,
aquellas mallas eran realmente desconcertantes.
En mi mente empezaba a formarse un Déjà vu de enanos grises
que aparecían y desaparecían lanzando púas por doquier y yo sabía muy bien en
mis carnes lo que suponía eso.
Desesperada por no repetir la experiencia me situé en mitad de la
estancia y provoqué una explosión de fuego allí donde creía que podían
encontrarse los que se habían esfumado pero no hubo gritos de dolor,
frustrándome aún más.
La batalla se desarrollaba a mi alrededor. Kanon (no podría
ser de otra manera) terminó con la vida de uno de los duergar, mientras Andrew
aprovechaba la confusión para curar heridas y para invocar su lanza de fe… que
por desgracia se quedó en un “palillo de fe”.
Pero en ese momento nos dimos cuenta de que no había ningún enemigo más
en la sala. ¡Todos habían desaparecido!
Lilith aprovechó para examinar las
estatuas. Una representaba a un basilisco (Kanon y Andrew no pudieron
aguantarse y comenzaron a soltar un chiste tras otro hasta que Ian les llamó la
atención). La otra estatua era más difícil de reconocer pero Lilith finalmente
consiguió ahondar en su memoria y por fin recordó de qué se trataba. Era un
desollamentes.
Un ser aterrador que utiliza los tentáculos de su cara para
extraer de su víctima toda la esencia vital.
Tan ensimismados nos tenían las estatuas que no pudimos
reaccionar antes de que dos duergar volvieran a aparecer en escena y atacasen a
Ian hasta dejarlo en el suelo inconsciente. Todo sucedió muy deprisa entonces,
yo intenté lanzar un proyectil mientras se escapaba por una de las puertas y en
un instante tenía al otro encima lanzándome púas barbudas. Conseguí esquivarlas
a duras penas, pero no el martillazo que vino después. Mareada de dolor, vislumbré como Ian se
levantaba de nuevo tras recibir las atenciones de Andrew y corría en mi ayuda.
Entonces era el enano gris quien se encontraba en
dificultades. Sin recuperarse del duro golpe de Ian, se dio cuenta de que la
eladrin ya le había cerrado el paso asestándole un terrible espadazo. Tampoco
nosotros quedamos impunes, ya que a la vez que Lilith recibía un martillazo,
una nueva flecha de ballesta volvía a sumergirme en un mar de dolor. A duras penas conseguí congelar a uno de ellos hasta dejarle
paralizado, circunstancia que mis compañeros aprovecharon para ensañarse con él
mientras yo suplicaba a Andrew un poco de ayuda, pero este decidió ignorarme ya
que, según me dijo después, no estaba suficientemente mal como para tener que
recibir ayuda…
Mis pensamientos de cómo eliminar dolorosamente al sacerdote
de Catalonia fueron interrumpidos por un tremendo rugido que salía del duergar que había congelado. Atónitos fuimos
observando como este se hacía más y más grande hasta ocupar gran parte de la
sala mientras el resto de duergar iban apareciendo. Y el caos estalló de nuevo.
Harta ya de esta situación, decidí invocar a Flufy que rápidamente comenzó a quemar a los
enemigos aquí y allá. Entretenida como estaba con mi mascota de fuego, no vi
venir los martillazos del grandullón. Lo último que pude ver mientras caía al
suelo fue a Andrew corriendo hacia mí.
Cuando desperté la batalla proseguía, pero no iba muy bien
para Kanon, quien estaba siendo masacrado por varios enanos grises. Insté al sacerdote para ayudarlo, pero en lugar
de correr hacia al semielfo se quedó en el sitio y tras unos instantes de duda dijo“estoy pensando que te den por saco”. Tras varios bufidos comunes,
finalmente decidió ayudar al semielfo y en un acto heroico éste se volvió hacia
el grandullón y lo eliminó limpiamente con dos flechas directas al corazón. Me
pareció oir en ese momento una especie de melodía que decía algo así como
“re-matadoooor… re-matadoooorrr”.
Supongo que eran delirios por el dolor que aún recorría mi cuerpo.
Asustados por lo que acababan de ver, los dos duergar que
quedaban volvieron a desaparecer e inmediatamente unas puertas dobles de la
sala se abrieron hacia un puente colgante sobre la sima. Ian y Kanon consiguieron vislumbrar unas
figuras que entraban por una puerta en la fortaleza del otro lado.
Andrew aprovechó nuestra distracción para calcinar de
nuevo a los enemigos caídos hasta dejarlos en cenizas con otro estruendo. Mientras
yo comenzaba una discusión con el sacerdote, el resto decidió revolver
entre las cenizas, encontrando unas grebas enanas que se quedó Lilith. La discusión terminó rápidamente dado que
Andrew no atendía a razones: puede que mi manera de quemar cuerpos fuese eficiente y silenciosa pero la única forma de llevar a estos seres al seno de Kelemvor era
a través de su ritual de Llama Sagrada. Ante eso no había nada más que añadir..
Decidimos explorar de nuevo pero de pronto Lilith, que
estaba en la habitación contigua, gritó: ¡Siento una fuerza que me lleva a la
cocina! Y se fue levitando a la siguiente habitación donde efectivamente había
una cocina. (No quise darle vueltas a aquel fenómeno. Supuse que el glorioso
Mámaster tendría sus razones para aquellas manifestaciones de poder). Una
puerta entreabierta en la cocina nos llevó a otra sala y esta llevaba a otras
salas. Ante tantas puertas comenzamos a separarnos para ir registrándolas ya
que de lo contrario no acabaríamos nunca.
En una habitación con camastros finalmente encontramos algo
interesante. Tres humanos se escondían bajo uno de los camastros visiblemente
aterrados. Tras conseguir que fueran saliendo pudimos comprobar en que
lamentable estado se encontraban, demacrados,
con enormes y marcadas ojeras, famélicos y encogidos. Calder, Arun,y Bessa, que
así se llamaban, eran de Refugio Invernal y hace varios meses fueron secuestrados
de sus hogares para acabar en aquellas salas como esclavos. Nos suplicaron que
por favor los sacáramos de allí, petición a la que obviamente accedimos sin
dudar. Lilith se ofreció para acompañarles hasta Terlen mientras terminábamos
de registrarlo todo, pero finalmente decidimos ir también hacia el refugio de
nuestro guía. Allí Lilith nos contó lo que había hablado con los esclavos: les
habían llevado por unos pasillos hasta la sala de los ojos donde se quedaron
retenidos durante un tiempo, creían que un par de meses. Finalmente fueron
llevados a la sala donde los encontramos.
Terlen se encontraba bastante bien para todo lo que había
pasado aunque tampoco noté en él ese cutis tan estupendo que yo atribuía al
mundo de los licántropos. Tuve que desechar aquella idea definitivamente, ya que las
pruebas en contra no me dieron otra opción. Adiós a mi esperanza de un cutis perfecto…
Tras otra frugal comida nos acostamos para descansar, esperando que esta
vez nuestro sueño fuese algo más tranquilo y reparador.
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