domingo, 23 de octubre de 2011
Asombrados ante la visión del sarcófago fuimos entrando en la sala para revisarlo todo con más detalle. Yo iba la última. Cuando me disponía a entrar detecté a lo lejos el sonido inconfundible de pisadas en el suelo de piedra…
¡¡Alguien se acercaba!!
Volví un poco sobre mis pasos y divisé una figura que avanzaba el pasillo hacia nosotros. Se trataba de un semielfo con un aspecto bastante poco guerrero, de talla media pero bastante en forma. Lucía una media melena y un sombrero adornado con una bonita pluma. También llevaba una espada y unos artilugios extraños e irreconocibles para mí. Mas tarde supe que se llamaban abanicos y tenían muchas aplicaciones en su vida diaria, sobre todo en lo referente al cortejo amoroso... o en dar mas efecto a sus actuaciones.
Alerté a mis compañeros sobre el recién llegado y Kanon velozmente saco una flecha de su carcaj para apuntarle y acto seguido, en un tono de clara hostilidad, le preguntó su nombre.
El pintoresco personaje se presentó con numerosas reverencias y florituras con su sombrero emplumado
- Me llamo John Elton Éltenor, ¡Bardo!. Os ofrezco mis servicios para ayudaros en vuestra aventura.-
Desde el primer momento me pareció un personaje de lo más encantador y pese a ser un completo desconocido juraría ante cualquiera que no nos haría el más mínimo daño. El bardo pareció estar especialmente encantado con Andrew… detalle que nunca conseguí entender, dada la naturaleza poco amable del sacerdote.
Astaroth, fiel a su naturaleza discordante, puso en duda la pericia que el bardo pudiese mostrar con la espada, pero John respondió sin asomo de titubeo:
-La espada esta sobrevalorada- dijo. Añadió además que él disponía de otros talentos. Sin embargo, dicha respuesta pareció convencer al Tiflin, que no volvió a cuestionarlo.
Decidimos entonces ver más de cerca el sarcófago, así que nos acercamos y aun cuando se trataba de una sala pequeña, tuvimos tiempo de charlar sobre saladitos medievales y catering del dungeon… (no tengo muy claro a que se referían pero recuerdo haber sentido mucha hambre).
Cuando nos acercamos a la talla del sarcófago, Lilith se percató del notorio realismo con el que se había tallado. Era asombroso, mostraba hasta el más nimio detalle y la figura allí tendida parecía tan real como nosotros mismos.

¿Quién podía ser este personaje? Tuvo que ser importante para ser enterrado con tantos honores… Lilith sospechaba que podía tratarse de Sir Keegan, el enloquecido caballero de quien Valthrum nos habló.
Parece que la historia de Sir Keegan también le era familiar al bardo y entre todos intentamos recabar toda la información posible en los recodos de nuestra memoria. Tan concentrados estábamos en dicha tarea que no nos percatamos de que tiflin que poco a poco se iba acercando al sarcófago hasta el punto de casi tocarlo… Fuimos sorprendidos de pronto con el sonido de una explosión y vimos la tapa se hizo polvo y apareció una figura esquelética, enfundada en una armadura y con un aspecto aterrador.



Dicha figura se giró hacia Astaroth y con una ronca voz le dijo:
-La grieta nunca debe ser abierta. Decidme a que habéis venido o morid.-
-Venimos a cerrar la grieta y librar el mal que asola esta tierra- Consiguió responder Astaroth tras un largo silencio.
La figura se giró hacia John y le preguntó si estaba dispuesto a confirmar que las palabras de Astaroth eran ciertas. El bardo haciendo alarde de su ingenio respondió al hierático esqueleto hablando en verso sobre nuestro honor. Pareció convencerle, ya que de nuevo se giró, esta vez hacia Lilith
-¿Eres tan fuerte como aparentas?- Sin rastro de temor Lilith le respondió que el rastro de cadáveres hablaba por si solo.
Uno a uno fue cuestionándonos pero especialmente curiosa fue la reacción de Kanon ya que el esqueleto le preguntó que confiase en sus sentidos - ¿Qué ves?- La cara de Kanon se fue perlando de sudor y su expresión de terror fue aumentando hasta el pánico absoluto. Finalmente se movió para apuntar a la terrible aparición con su arco y respondió – Algo que tiene que morir-
La figura, desdeñando la respuesta de Kanon, interpeló de nuevo al bardo, quien aplacó de nuevo la ira del esqueleto. Yo realmente estaba maravillada de lo que este emplumado artista era capaz de conseguir con sólo hablar…pero el encantamiento duró poco ya que llegó el turno del humano… dada la naturaleza impaciente de este ser cualquier cosa podía ocurrir.
-Es evidente que sirves a algún dios ¿A que divinidad sirves y cuán fuerte es tu fe?- El sacerdote ya tenía en su mano su símbolo divino en actitud amenazante y rápidamente respondió:
-Mi dios es Kélemvor, dios de los muertos. ¿Qué ha perturbado tu descanso y que haces aquí?- En aquel momento la tensión se podía cortar con una daga…-No eres el indicado para cuestionar mi presencia aquí, dado que tu fe flaquea últimamente- respondió el ser.
Se volvió hacia mi entonces. En el momento de máxima tensión era mi turno y yo no estaba preparada para lo que me pudiese decir ¡Estaba aterrorizada! Me preguntó si estaba preparada para la magia que rodeaba aquel lugar y creí conveniente no ser orgullosa dadas las intervenciones anteriores…-No tengo mucha experiencia pero sí muchas ganas de avanzar en mi conocimiento de lo arcano- Estaba claro que no era la mejor respuesta pero pareció ser suficiente para él.
-Es el momento de vuestras preguntas-
-¿Quién eres?- Pregunté.
- Soy Sir Keegan. Fui el comandante de la Guarnición de esta Fortaleza del Páramo Sombrío. Tenía a mi cargo mantener el sello de la grieta para que los impíos poderes de Sandraxil no se filtraran nuevamente en este mundo... –
Nos contó que Sandraxil entró en su mente y le obligó a matar a su familia y a media guarnición (alguien soltó algo de guarnición de patatas, con guisantes y cosas así…). Finalmente se terminó convirtiendo en un monstruo asesino y los supervivientes le confinaron en aquella cripta funeraria y sellaron el pasadizo. Él mismo se tumbó a esperar la muerte, una vez recuperada su cordura, atormentado por todo lo que había hecho.
-¿Qué impide tu descanso eterno?- Preguntó Lilith. -Sandraxil me otorgó la vida eterna.
-¿Cómo sabemos que no estas agradecido por ello?- Estáis vivos-
Varias preguntas se sucedieron y finalmente quedamos convencidos de las buenas intenciones del torturado ser, incluido Andrew.
Dado que Sir Keegan no podía salir de la cripta, decidió que su espada sí podría hacerlo y así ayudarnos en nuestra misión. Tendió la espada a Lilith con gran solemnidad y le contó que se llamaba Aecris.



La eladrin tomó en sus manos la espada y sólo pudo balbucear algo como “eshpadaa guayy” con ojos vidriosos…
Mientras los demás no perdieron el tiempo en cambiarle el nombre a la espada por “Aecrisna” y en ese momento vimos apariciones de hombres sin pelo, vestidos de naranja y con caras de ridícula felicidad… El momento fue breve pero seguro que Sir Keegan llegó a preguntarse a quien cedía su maravillosa espada.
Kanon, visiblemente decepcionado le preguntó si no tenía nada más que regalar lo que provocó una expresión de infinito desprecio en el esqueleto (increíble teniendo en cuenta la expresividad que se puede lograr con una calavera)-Ya os he dado mi bien más preciado-
Lilith, mientras tanto, saltaba por toda la sala canturreando una y otra vez “tengo una espada guay”
Finalmente, Sir Keegan se tendió de nuevo en lo que quedaba de su tumba, la cual se reconstruyó como si no hubiera estallado nunca. Antes de irse nos había dado una última indicación: -En las profundidades hay un altar impío y allí es donde se encuentra la grieta- El final de nuestro camino parecía estar un poco más cerca

Decidimos volver hacia las escaleras de bajada, pasando de nuevo por los terroríficos símbolos rúnicos. Cuando nos encontrábamos cerca de las escaleras, Andrew nos llamó a todos. Había escuchado unos gemidos lastimeros que provenían del otro lado de una pared y allí acudimos a indagar.
El sacerdote notó también algo en la pared aunque no consiguió definir de qué se trataba así que Astaroth, definido por el mismo como “chico para todo”, intentó abrir la supuesta puerta oculta.
Lo que al principio se anunció como sencillo no lo fue tanto a juzgar por la visible cara de esfuerzo de Astaroth y por el tiempo invertido en la tarea. Finalmente el mecanismo cedió y una puerta de piedra se abrió para dejar paso a un pequeño pasillo que llevaba a… ninguna parte. Tras tanta espera resultó ser un simple espacio pequeño y vacío que nos dejó con una decepción pintada en el rostro. El bardo se acercó igualmente al fondo del pequeño pasillo y decidido, levantó la mano para tocar la pared que parecía brillar tenuemente. En ese instante un brazo salió de la pared para sacudir al bardo arrancándole un alarido que me heló la sangre. Kanon se encontraba ya al lado de John Elton y recibió otro ataque similar, pero consiguió evitar el impacto. No salía de mi asombro. ¡Brazos que salían de la pared!
Todo el grupo se preparó instintivamente para la batalla y comenzamos a actuar: Andrew tiró una piedra que atravesó limpiamente la pared y Kanon, viendo lo ocurrido, decidió atravesarla desapareciendo de nuestra vista. Oímos su espada desenvainarse y sonidos de lucha pero luego llegó un silencio tras el cual Kanon gritó: -¡ME HE CARGADO A UNO!¡PERO HAY MUCHOOOS!-
Dada la pericia demostrada habitualmente por el semielfo al inicio de la batalla, me incliné a pensar que en caso de matar a alguien, habría sido de un gran susto. Segundos después una pútrida cabeza atravesó la pared. Gesto que yo interpreté como un intento de demostrar su eficacia y que no funcionó. Me acerqué a la pared y, confiando en no atrapar a Kanon en medio del conjuro, llené de llamas el otro lado de la pared donde yo me encontraba. Los gruñidos que oí al otro lado me hicieron saber que había dado en el blanco. Astaroth también desapareció al otro lado de la pared y luego ¡más lucha!. Se volvió a oír otro grito de Kanon - ¡LE HE VUELTO A DAR! ¿Sería verdad? Tendría que peguntarle a Astaroth si todos sobrevivíamos.
Los demás fueron atravesando la pared uno a uno y de pronto me percaté de que de nuevo todos mis compañeros me habían dejado atrás...

-¡MALDITA BESHABA!¡ME HE VUELTO A QUEDAR SOLA!-

Entre los sonidos de lucha conseguí distinguir la voz de Andrew elevándose con una plegaria, que fue seguida de varios gruñidos y un intenso olor a quemado y putrefacción.
Finalmente me decidí a atravesar la pared y me encontré con todo el grupo mirando hacia un no-muerto pegado al fondo de la pequeña sala donde nos encontrábamos. Parecía no poder moverse aunque se debatía entre gruñidos dañado por una especie de luz que le quemaba. Aquel derroche de brillante divinidad llevaba la marca de Andrew sin ninguna duda. Decidí darle fin a todo aquello lanzándole dos rayos de hielo, uno detrás de otro. El primero dejó totalmente congelado al asqueroso ser. El segundo rayo terminó de congelarlo hasta el punto de romperse en pedazos. Supuse que me había excedido un poco, pero sin duda fue efectivo.
La sala escondida resultó ser una pequeña armería con espadas, armaduras y otros utensilios de guerra a ambos lados, todos con signos de llevar demasiado tiempo allí. No fueron de gran utilidad para mis compañeros.
A Lilith le llamó la atención una armadura en particular, llena de herrumbre y nada atractiva. Cuando ya estaba cerca una voz comenzó a resonar en la sala desde ningún lugar en particular planteando un acertijo.



Todos comenzamos a mirarnos unos a otros sin saber que responder.
Kanon, que no había escuchado más que las ultimas palabras se atrevió a responder:
- ¡HEY! Eso lo he oído yo en alguna parte... puede que de algún titiritero... Es... ¿el honor?-


Ninguna voz respondió, pero la armadura comenzó a refulgir, su herrumbre comenzó a caer dejando a la vista una armadura de escamas negras realmente hermosa. De nuevo Lilith parecía la más indicada para portar tan lujosa adquisición. Mientras la eladrin estudiaba si la armadura le sería de utilidad comenzamos a discutir nuestro siguiente paso...




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